La Batracomiomaquia, atribuida en la antigüedad al poeta Homero, es una parodia del relato épico de la Ilíada.
En este caso, son los ratones y las ranas las que acuden al combate, para vengar la muerte del ratón Sijarpas por descuido del rey de las ranas Fisignato.
El batracio se encontró con el roedor a orillas de la laguna en la que vivía, y lo invitó a conocer su morada palaciega, a la que lo conduciría llevándolo en sus espaldas a nado. Pero cuando apareció una culebra, la rana Fisignato se hundió en el lago para salvarse, y el ratón Sijarpas murió ahogado.
Un ratón que los vio, fue testigo ante el rey Trojarpas, progenitor del fallecido Sijarpas de lo acontecido. Los roedores, enfurecidos, declararon la guerra a los batracios y acudieron al feroz combate. Ambos ejércitos se trabaron en brava lucha, ante la mirada de los dioses del Olimpo. Palas Atenea, tan activa en la épica homérica, permaneció alejada y sin tomar partido en esta pugna de ranas y ratones. Y a pesar de la bravura desplegada, las ranas fueron sucumbiendo, una tras otra, ante los embates de los mamíferos. Mas fue allí cuando Zeus acudió en su auxilio para evitar el exterminio, enviando un ejército de cangrejos, a fin de cesar aquella sangrienta lucha.
El humor abunda y se descubre en los nombres de los combatientes, pero ¿se trata sólo de un divertimento, sea quien fuera su verdadero autor? ¿No se trata, acaso, de una parodia sobre el absurdo que envuelve al crimen de la guerra?